29 junio 2012

DIOS Y EL DEMONIO

Muchas veces la realidad puede no ser reconocida o ignorada. Puede ser manipulada o cambiada, en definitiva puede ser distorsionada.
Dentro de la realidad y de las particulares “realidades”, que son los conceptos que tenemos de ella, nos encontramos todos, los negadores de Dios y del demonio, los creyentes de Dios y del demonio, los indiferentes de Dios y del demonio ( creen pero actúan como si no existieran).
Mi particular visión de la realidad es la siguiente:
Dios y el demonio existen. No los vamos con nuestros ojos ni los escuchamos con nuestros oídos (salvo excepciones), pero los percibimos de muchas maneras. Dios y el demonio están presentes en la vida de cada uno, y en la historia de la humanidad. Se puede percibir la presencia de Dios y la del demonio con bastante claridad. Pero no a ninguno de los dos en forma directa.
Dios está presente en cada uno porque siempre inspira actos íntimos para llevarnos a hacer el bien. El demonio, en cambio nos sugiere permanentemente ideas para llevarnos a actuar mal, ¿porque? Porque odia a Dios, no soporta alguien mejor.
Ahora bien, el problema mayor que se presenta para reconocer esta realidad esta en que el “hombre” por su naturaleza material o corporal imperfecta, que afecta su psiquis y sus emociones, no percibe con claridad esas voces interiores -quien puede negra que las tiene- y confundir de quien vienen, o no saber que de el mismo no provienen. En el caso del que no cree que provengan ni de Dios ni del demonio sino de el mismo, solo atinará a dejarse lleva en cada caso de lo que le parezca mejor. Pero ya no será el bien la regla de su vida sino “lo mejor,” y en éste caso lo mejor puede ser el mejor robo, la mejor mentira, la mejor comodidad o el mejor placer.
En el caso de los que creen en Dios y en el demonio, la cosa no es más sencilla, en general. No pocas veces percibe como inspiración divina sugerencias demoníacas, que esté se las presenta astuta y sutilmente como buenas o convenientes, para que se tiente. Por el contrario, no le falta también un infinito caudal de inspiraciones divinas pero no las tiene en cuenta porque no las ve como buenas, porque la siente inconvenientes, le molestan su comodidad, su pereza, su egoísmo etc.
Sin embargo, aunque sufren la misma confusión que los no creyentes, la diferencia puede ser abismal. Porque la brecha se hace cada vez más amplia o más corta con Dios o el demonio según la persona, si se preocupa o no de ver con claridad.
Los valores tradicionales dejados hoy de lado por gran parte de la cultura y sociedad eran, son y serán, fundamentales en ese sentido. Ser leal a la palabra empeñada, para general confianza y esperanza. Ser sinceros, mostrándonos como somos, sin caretas. Ser veraces, no mentir compulsivamente o por el fin de robar. Respetar la dignidad de los demás, estimarlos como pares, no como inferiores, no usarlos como objeto de nuestro placer y antojo. Quien se propone seriamente vivir estos valores en desuso, seguramente se va preparando para saber distinguir esas voces.
Pero, quedaría inconcluso éste texto, si no dijera que Dios y el demonio no son fuerzas parejas. Un 50/50 que le dicen. Y asombrosamente auque parece que el que se escribe con minúscula parece el más fuerte es absolutamente débil, sin embargo la fuerza que tiene es indudable. ¿Como se entiendo esto? Por la misma grandeza de Dios, que respeta la libertad de hacer lo que quiera, hasta que Dios le baje la banderita.
Porque la diferencia que hay entre Dios y el demonio es infinitamente superior. Dios, es el Creador, no del demonio sino de una criatura que se le plantó, se le enfrentó. Como es Creador de toda criatura sobre la tierra y no se si Creador de alguna otra criatura de otras galaxias u otros Universos. No vamos tampoco a creer indefectiblemente que somos los únicos. Por lo tanto, el demonio es criatura de Dios, igual que todos los varones y mujeres de nuestro querido y no tan querido planeta. Aunque nosotros tenemos una gran ventaja que ya no tiene el demonio, podemos acceder a la intimidad divina y alejarnos cada ves más de la dominación demoníaca. Dominación porque el demonio no da libertad, lo suyo es sojuzgar.
El saberse criatura de Dios nos ubica en otra realidad, yo diría “en la realidad”, y ya en esta realidad puedo decir que dejamos de ser criatura de Dios –sin dejar de ser- porque nos elevamos a la condición de hijos de Dios.
El que quiera entender que entienda, y el que no, el que no, que atienda a su juego.

No hay comentarios.: