21 marzo 2014

MAGNANIMIDAD

Yo me acostumbré desde chico al pensamiento que, cuando algo no está bien hay que intentar arreglarlo, menos que eso es mediocridad, y mucho menos que eso es maldad.
Y no me conformo con el más o menos, aunque no pase del más o menos.
El mundo necesita de individuos que quieran arreglar la sociedad, pero la sociedad no se arregla con ideas sociales o políticas, sino con ideas sanas. Y también con personas, no ya individuos, que procuren llevarlas a la práctica, ¿quien puede decir que sabe y puede sin caer en presunción? Ciertamente nadie, pero no por eso te escondas cobardemente en el anonimato de los pusilánimes con ese ridículo aire de humilde.

SUTILES DIFERENCIAS

Según mi criterio, decirle a alguien que es un idiota es sin ninguna duda un acto ofensivo, pero, pensar de una persona que es un idiota, puede ser un acto objetivo, porque los idiotas existen, como existen los autoritarios, como existen los democráticos.

Según mi criterio, el autoritario es aquel que cree que todos tienen que pensar como él. El democrático que todos tienen que pensar como quieran, pero hacerse cargo. Y el idiota que todos tienen que pensar como se les de la gana.

Según estos conceptos y de sutiles diferencias surge la casi evidente realidad: conozco muchos democráticos que no se notan, conozco muchos autoritarios que no son idiotas, sin embargo no conozco ningún idiota que no sea autoritario.

Guillermo Pena
14 de marzo de 2014