24 agosto 2011

SOBRE BUENOS Y MALOS

Lo bueno y lo malo, o el bien y el mal, están absolutamente presente en toda nuestra vida y realidad.
Se dice con buen criterio que el mal no existe, que es ausencia de bien, como tampoco existe el frío porque es ausencia de calor; o la oscuridad, ausencia de luz. Será así, pero la realidad es que se ve o se siente tanto el mal, como la oscuridad, como el frío.

Cuando hablamos de personas, ésta problemática está enraizada e íntimamente relacionada con la idea de libertad. Pereciera para algunos que la libertad está dada solo por la posibilidad de elegir, y solo no se es libre ante lo impuesto.

Según mi opinión, la libertad de elección no significa necesariamente elección libre. La verdadera libertad es aquella que se da a partir de una buena elección, no de cualquier elección.
Es verdad que sin posibilidad de elección no hay libertad, pero ésta por si sola no amerita. La libertad requiere mucho más que eso.

La libertad tiene un piso, un comienzo, que se da con la elección, pero el ejercicio de la libertad requiere de una sucesión de elecciones que nos lleven a buen destino, y para esto necesitamos elegir bien. Porque si elegimos mal, independiente de que lo veamos como un bien, nos conducirá a un mal.
Lo importante es que sea objetivamente un bien, no porque piense que lo es. Porque, si yo me alcoholizo pensando que es un bien para mi porque me hace sentir mejor, o me desinhibe en el momento que lo necesito, no lo será si termino dependiendo de el.
Cuando se eligen cosas que van condicionando futuras elecciones, porque van teniendo dominio sobre nosotros y van limitando nuestra libertad, y ya no estamos verdaderamente eligiendo, no somos verdaderamente libres.

La libertad humana es una libertad condicionada, y es verdadera cuando es lo que es, y no otra cosa, aunque nos guste más una libertad como la que gozan los animales no racionales. Añorar una libertad así me parece sencillamente infantil. La libertad de los animales tiene que ver con su particular naturaleza irracional instintiva. Nuestra naturaleza, si bien comparte ciertos aspectos con los animales, no comparte otros. No cabe duda que la razón nos diferencia (aunque no en todos los casos es una diferencia positiva, si elegimos por el mal, el espíritu enviciado convierte al individuo en algunos aspectos inferior a un animal, una verdadera bestia, aunque mantenga la apariencia física humana), la razón nos diferencia de los animales pero es -a mi entender- una diferencia de base. Lo que nos da la excelencia, lo que nos hace verdaderamente elevados es la razón ética con una conducta coherente con la razón. Pero, no cualquier razón, ni cualquier ética. La ética no es una palabra bonita para que cada uno la usemos como a cada uno se nos antoje. Eso no es libertad, es solo elegir.

Continúa

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