27 febrero 2010

SUPERFICIALIDAD

No dejo de tener en cuenta cada vez que hablo del “hombre” y los ubico en distintas categorías, como en éste post en el que voy a escribir sobre los “superficiales” que debo dar la impresión que lo hago desde una perspectiva de superioridad. Invito a plantear a quien así piensa si no puede haber otra posibilidad.

Según entiendo y observo:

La característica del superficial es precisamente éste: no considerar todas las posibilidades posibles por quedarse cómodamente instalado y apegado a lo que piensa. Principalmente para no tomarse el trabajo de cambiar de posición. 

El sentimiento de superioridad es un defecto en el que podemos caer con mucha facilidad, y comúnmente quien se cree superior es arrogante.
Comúnmente el superficial evita hablar de una manera que pueda favorecer un juicio negativo sobre el. Pero, la verdad de lo que somos, no es lo que piensan de nosotros –aunque hay que prestar atención a las observaciones- sino lo que realmente somos.

Para juzgar algo tan ajenjo a nosotros mismos como son “los demás” y a su vez tan próximos por ser de nuestra propia naturaleza, (donde compartimos en distinta medida y manera sus mismas deficiencias y cualidades) no podríamos hacerlo objetivamente sin el doble juego de verlo desde una perspectiva diferente, superior, alejado (porque no se es buen juez cuando se es parte) y también desde el llano, es decir desde el mismo lugar y altura.
Si juzgamos solo como parte, nuestro juicio dejaría de ser objetivo porque tendríamos una complacencia que no es conveniente para un análisis de rigor. Si lo vemos solo desde una perspectiva superior, esa perspectiva nos lleva casi indeciblemente a creernos superiores porque no nos vemos reflejados en ellos. En éste caso el análisis de rigor se convierte en un análisis riguroso, y el juez en arrogante.

Todos los hombres superamos en algo a otros, así como somos superados también en otros aspectos. Incluso hay hombres que aventajan a otros en muchos aspectos. Pero ser y sentirse son dos cosas distintas. Y sentirse superior a otros por aventajarlos en algo me parece sencillamente una idiotez. Aunque esto me confunde un poco porque veo dos realidades que se superponen: por un lado veo que idiotas es lo que menos hay en el mundo y por otro, lo que más abunda parece ser la vanidad.

Superficial es aquel que no tiene profundidad de pensamiento. Si yo hablo de hombres superficiales trasmito que yo no me considero superficial, pero trasmitir una sensación tampoco significa necesariamente, o absolutamente serlo en la realidad.

Todos los hombres desde un punto de vista somos superficiales, porque no podemos conocer en profundidad la realidad completa, por la limitación de nuestra materialidad, no podemos pasar muchas veces de lo que ven nuestros ojos, la parte material y de afuera de las cosas, donde se nos está vedada la propia realidad interior y la de los demás, conociendo acaso más por intuición que por razón.
Aún en el caso que se pueda tener una mayor profundidad de pensamiento gracias a un ejercido de años, siempre debemos esa misma profundidad a otras personas, a haberlos escuchado o leído, nadie se hace solo. Y siempre podemos ser un tanto superficiales en comparación al pensamiento profundo de otros, ya que la profundidad es infinita.

Ahora bien, la característica del hombre superficial al que me refiero es aquel que evita pensar porque se conforma con los grandes postulados,
las ideas generales, que pueden ser buenas como enunciados pero que al no conocer los detalles, -las distintas posibilidades- se equivoca.
Es como el que hace critica de un libro conociendo solo los títulos principales, desconociendo el contenido.

El hombre superficial se queja así:
¿Es posible que la humanidad no se pueda poner de acuerdo en algunos puntos básicos, para unirse, dejando libertad fuera de esto para que cada uno piense lo que quiera?

No llega a percibir el hombre superficial que el problema está precisamente en esto, que en los puntos básicos, en las grandes ideas todos estamos de acuerdo. ¿Quien se atreve a hablar mal del amor, de la paz, de la libertad, de la felicidad, del humanismo, de los derechos humanos, de la solidaridad, del bien, de la democracia...?  Nadie que yo sepa.  Pero al estar estos conceptos tan poco precisados, tan diluidos, tan amplios, tan liberales, se encuentran pésimamente conceptuados e instalados en el amplio campo del libertinaje donde cada uno piensa lo que quiere en lugar de pensar lo que es, sobre fundamentos ciertos.
Así es imposible lograr que se den en la realidad lo que superficialmente pensamos y soñamos.



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