02 febrero 2010

MUNDO

Según entiendo y observo:

En el mundo hay muchos mundos, pero todos los mundos son, de una manera o de otra, hijos del mundo, y cada hombre en su mundo es también hijo del mundo que le toca vivir. Y, lo admitamos o no, los hijos siempre se parecen a sus padres.
El mundo de hoy es un mundo muy prejuicioso, hecho al molde del liberalismo. Un mundo que lo tolera todo, menos que alguien le venga a decir que esta equivocado. Un mundo soberbio de si mismo, creído, endiosado, un mundo sin Dios porque se colocó él en su lugar.

Perdóname que agregue algo que quizás es obvio, (ya dije otras veces que no me gusta pasar por encima de lo obvio, nada doy por sabido).
El mundo del materialmente pobre es muy distinto del mundo del materialmente rico. El mundo del asalariado es distinto del que es independiente y lleva un buen pasar. El mundo de un niño negro de Sudáfrica con un rubio pudiente de Alemania. El mundo de los hombres de poder o de los súper poderes económicos internaciones con el mundo del que solo tiene el poder de levantarse a la mañana. No hace falta más ejemplos.

De todos estos mundos no le cabe en la misma proporción y medida mis palabras. Es el mundo del poder económico, político y de comunicación social el que más habla de tolerancia y menos toleran posiciones filosóficas contraías a su postura, seguramente porque comprometen su conducta, que rechazan con toda la fuerza de lo que son capaces y vaya que son capaces cuando se proponen destruir.

En éste maravilloso mundo unos pueden jugar limpio, otos jugar sucio, pero la cancha embarrada la sufrimos todos.

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