12 febrero 2010

ARMONIA

No puedo evitar hacer introspección sobre lo que escribo, porque lo que menos quiero es hacer el mal aunque mí intención sea lo contrario. No me preocupa en exceso porque como te dije otras veces mí llegada no es mucha. Mí preocupación viene a cuento porque sé que cada uno toma las cosas según su propia psicología, y toma inevitablemente –aunque no obligadamente- aquellas cosas que coinciden con su temperamento con más acogimiento que aquellas que van en contra de el.
Como contrapartida del post de ayer, donde no intento hacer apología de la violencia verbal al decir que es necesario hablar sin pelos en la lengua, porque decir la verdad cruda no significa habar con dureza, ni destempladamente.

Según entiendo y observo, Siempre nos equivocamos cuando pensamos, hablamos o escuchamos en términos absolutos. No siempre “debemos” hablar con crudeza, no siempre hay que ser firme en una decisión tomada. Aunque si es bueno ser absolutos en algunas cosas, muy pocas: siempre hay que apostar por el amor, siempre por la comprensión, y hay que considerar siempre el ámbito, circunstancias y personalidad del quien recibe las palabras. En la medida de lo posible, obvio.

Debería comenzar, a partir de esta auto observación -y voy a tratar- de no dejar ni un solo post sin su debida contrapartida, para que no quede mas clara la idea, y además para que no quede ninguna duda que omitir no es desconocer ni dejar de reconocer que existe, después de todo...como dice el refrán “no solo hay que ser decente sino hay que demostrarlo”.

La armonía en la práctica solo se da con el equilibrio entre opuestos.

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