13 enero 2010

FELICIDAD

Según entiendo y observo:

Nuestra naturaleza es tal que actúa en todos, más o menos de la misma manera, (por algo somos del mismo género), la diferencia la hacemos en “que hacemos” con nuestra naturaleza.

Quien lleva una mala conducta lo sabe, y si no lo sabe su consciencia se lo hace saber en forma de reproche en cuanto puede, cuando puede.
Nada hay que pueda matar al “acusador” interior, ese inconsciente que aspira a la verdad, al bien y a la belleza, los tres grandes valores del hombre y la humanidad. Todo lo demás, el amor, la felicidad, la libertad, etc. están engarzadas como finos diamantes a esta joya divina.
Pero esta aspiración interior, nunca difunta, la podemos sin embargo acallar bastante, entorpecerla o adormecerla. Podemos taparla con basura, incluso con cosas relativamente buenas, hasta un nivel que no lleguemos a percibir casi sus dictados.
Pero como no muere, está. Y el hombre que trata de manipularla con mil justificaciones “conscientes” está condenado a la infelicidad y a lastimar la felicidad ajena, aunque pase su vida de jarana en jarana.

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