09 octubre 2009

CHARLATANERIA


Con la vertiginosidad de la era moderna y el advenimiento de la mecanización, nacieron las especialidades.  Estas, han hecho de muchos hombres de estos tiempos personalidades preparadísimas en ciertas áreas y aspectos de la vida, pero profundamente limitadas e ignorantes en otras.

Hay ciertos conocimientos que jamás deberíamos dejar de lado por mas que no los necesitemos para ganarnos la vida. Pero, si preferimos mantenernos en la ignorancia, porque no nos interesa saber mas de lo que el acontecer practico nos indica, por lo menos, seria bueno tener la discreción de no hablar de aquello que no sabemos o tocamos de oído.   La honradez de asumir las propias ignorancias y limitaciones, nos lleva de la mano de la humildad a preguntar antes que  discursear. De ésta manera, al menos, contribuiríamos con nuestro silencio y preguntas, a no embrollar mas las inteligencias ajenas y a clarificar mas las nuestras. 


Hay en muchos como una manía o sensación de “obligatoriedad” de hablar y opinar de todo.  
Cayendo en la generalidad extrema de pensar que como todos opinamos de todo, nadie sabe realmente de nada, y aquel que sabe realmente es puesto en la misma categoría del ignorante y tiene la dificultad de ser escuchado. Porque todo lo que se dice es puesto en duda.  Fomentando así la idea generalizada de que todo se encuentra necesariamente ubicado en el campo de la OPINOLOGIA.

Esto viene a cuento de un hecho que presencié hace unos días.

Estaba en un bar del centro, y no pude evitar prestar atención a la conversación agradable de dos amigos sentados en una mesa cercana.
Como hablaban de arte, me tentó seguir el hilo de la conversación, que terminó de manera abrupta.  Con el enojo de uno de los dos. El cambio de rumbo en la amistosa conversación se produjo cuando uno interrumpió al otro en estos términos:  Vos sabes todo no?
Aquí necesito hacer un pequeño comentario adicional, el “interrumpido” estaba explayándose con total soltura, diría con autoridad en la materia,  como si no tuviera ninguna duda de lo que decía.  Y en las palabras del “interruptor” se notaba cierto aire de resentimiento, sus
irónicas palabras denotaban cierta bronca, como quien trae a su cabeza historias pasadas similares, con el mismo sujeto.

La sorpresa del “interrumpido” pereció ser menor que la mía  - se ve que tenia experimentado episodios similares- ante la que respondió serio y categóricamente, con la misma seguridad que se había manifestado hasta entonces:
No, dijo.  Luego unos breves segundos de silencio.  Y continuó.
No....de todo no.  Solo se de lo que hablo.  Quizá te de esa impresión porque de lo que no se, no hablo. Y nunca escuchaste los silencios.

Con esta sabia respuesta quedé impresionado, y pensando... si nos propusiéramos solo hablar de lo que sabemos, tendríamos nuevas posibilidades, quizás desconocidas.

Habría menos charlatanería
Aprenderíamos a preguntar para aprender
Aprenderíamos a estudiar para no hablar de mas.
Aprenderíamos a hablar con propiedad

Aprenderíamos a callar, que no es poca cosa.

Nos acostumbraríamos a manejarnos solo con la verdad, aunque nunca la abarquemos totalmente ni estemos nunca exentos de error. 
(Adorné un poco el relato para darle mas énfasis, no tuve intención de falsear la realidad)


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