14 octubre 2009

PALABRAS

(texto corregido el 16 de octubre de 2009)



Me da la impresión que tenemos una fuerte tendencia general a evitar el uso de algunas palabras. ¿Habremos caído en la trampita de aquellos que saben la fuerza que tienen, y saben que evitando su uso se logra su olvido.  ¿No es cierto que hay palabras que parecen del medioevo?

Lo primero que hay que lograr para que algo deje de vivirse es olvidando la palabra que la define.  Para que una palabra deje de usarse primero hay que cambiarla por otra, que aunque no signifique lo mismo parezca igual. Y darle a la que se quiere eliminar , una imagen de antigua, y a quien la usa, de anticuado, para
dejarlo mal parado. De esta manera se logra que todos pensemos y hablemos de los que ellos quieren.   Me preguntaras  ¿y quienes son ellos?    Los que aman que “el fin justifique los medios”.   Los que no les importa hacer el mal para sacar un bien.

Siempre,  lo que estuvo verdaderamente en juego
en la humanidad es el tema de la supremacía del mal contra el bien.  El bien nunca arrasó.  Nunca paso por encima, nunca fue violento. Nunca mató a nadie.  Cuando lo hizo fue en legitima defensa. Siempre actuó defendiéndose, aun en los momentos de la historia que se presentó con fuerza arrolladora.  Si lo hizo con violencia o crueldad, no fue de parte del bien, aunque lo creyeran los protagonistas.

Pero el bien y el mal, que se define con la palabra “moral” no son dos fuerzas contrapuestas del mismo peso y categoría, como dos competidores de calidad.  La única fuerza verdaderamente de categoría es el bien. El mal no es mas que debilidad, una debilidad que gana a fuerza del uso de malas artes, a fuerza de brutalidad, aunque éste adornada de sutiles justificaciones.  El mal en si mismo no tiene entidad, es ausencia de bien, así como la oscuridad lo es de la luz.

Ahora bien, alguien que no tiene en si mismo ningún deseo de ajustarse al bien porque prefiere los beneficios que le otorga esta actitud , lógicamente navegará en las aguas del mal aunque no se lo proponga explícitamente. Por eso, si bien los males del mundo tienen muy distintos origenes, todos tienen una calidad moral o un falta de moralidad.  Y es una realidad, por mas que no nos guste, que el mal abre mas puertas que el bien,  mas fuentes de “trabajo”, de ocupación.  Por eso,  vemos con temor la realidad que nos toca vivir, porque no hay limites morales, porque nos ha hecho creer la cultura dominante que estas son cosas de unos cuantos pobres retrógrados o ingenuos idealistas.  Y la realidad que,  aunque muchos quizás no vivamos para el mal,  si vivimos favoreciéndolo por omisión o  por acción directa usando de sus beneficios.  Desaprovechando nuestro potencial, y nuestras reales posibilidades de cambiar las cosas, porque es mas agradable escondernos en el anonimato con la escusa de ser  “gente común” y no tener poder, criticando a los “demás” de los males del mundo, porque no tenemos conciencia de cuanta responsabilidad tenemos por nuestra propias ausencias de bien, por ignorar el alcance de nuestros actos y de nuestra propias justificaciones.


Es posible que el mundo mejore en algunos aspectos, también que vaya aún mas para atrás en otros.
Pero lo único seguro es que yo puedo mejorar en todo, si dejo esta posición tan cómoda en la que me encuentro.








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