28 agosto 2009

NEGATIVISMO

Según entiendo y observo:

Hay un detalle significativo e inevitable, que cuando miramos, hacemos un juicio de valor instantáneo, orientado por la impresión sensible que recibimos. Muchas veces, estas impresiones son casi los únicos datos con que nos quedamos, quizás porque no tenemos otra posibilidad, por circunstancias ajenas a nuestra voluntad o porque no nos interesa.
En el caso referente al tema de éste post, solemos juzgar como optimistas o pesimistas a las personas. Llevados muchas veces por esta primera impresión o por el hecho de que, si tenemos una visión negativa del mundo esto lleva implícitamente como fuente, una personalidad pesimista y un interior amargo y poco feliz.

Por lo que a mí respecta, creo que al optimismo no se llega negando parte de la realidad, sea esta pequeña o grande, sino dándole la importancia y ubicación que le corresponde a cada cosa. Y a esto no se llega sin un análisis pausado de toda la realidad, no solo de una parte positiva, que suele ser veces la que mas nos gusta mirar.

Lo mejor forma de juzgar para mí, es ver los extremos y tratar de ver con equilibrio. Un extremo seria imaginar como seria la persona o sociedad ideal (en aquello que estamos juzgando) y después como seria la personalidad o “personalidad” social caótica, que estaría en el otro extremo, para después considerar el hombre y a la sociedad “posible”. Puesto que lo ideal es utópico, y es imposible llegar a lo perfecto en una realidad humana imperfecta.

La persona negativa extrema para mí, es aquella que reniega de la realidad y no acepta que la realidad no se ajuste a la idea que tiene de ella. Cuando idealizamos la realidad y pretendemos que esta se ajuste a la “idea perfecta” es lógico caer en la desilusión ante la “lógica” imperfección, porque nuestros sueños jamás se pueden cumplir a la perfección. La persona negativa ve la realidad con amargura y frustración. Tiene una actitud vencida, un estado de amargura porque siente que la realidad ya le ganó la partida y no le encuentra sentido a luchar por mejorarla. Tiene siempre una visión parcial, y si no niega lo positivo cuando es evidente, siempre lo enturbia al ver que algo le falta. El ser negativo extremo, se siente victima, porque es incapaz de ver lo que la vida y los demás hacen por el, y no se siente deudor de nadie, sino mas bien solo con derechos de recibir.

Lo que nos puede ocurrirnos a todos, que por miedo a ser juzgados como negativos, terminamos defendiendo exageradamente la actitud positiva, evitamos hablar de las cosas que están mal, o suavizándola para que no pasar como aguafiestas. Y subiéndonos al podio del positivo, juzgamos de pesimistas a todo aquel que alza la voz para criticar.

Me da la impresión, que tenemos los “optimistas” cierto miedo a pasar por infelices, porque asociamos las manifestaciones criticas como procedentes de un interior amargo, y ser sembradores de amargura.
Quizás, simplificamos tanto las cosas, que consideramos que la alegría y la felicidad son actitudes supeditadas a los vaivenes de la vida y aquel que ve el mal es porque esta mal y propaga necesariamente el mal.

La alegría y la felicidad no son actitudes, sino un estado del alma, que se puede manifestar externamente o no. . Y no son cosas transitorias, que dependen de cosas externas y accidentarles a uno, sino que son realidades profundas de nuestra mas intima realidad. Esto lo confirma el hecho tan común y evidente de personas que son alegres y felices cuando les falta casi todo y otros enormemente infelices cuando no carecen prácticamente de nada. Lo que llamamos muchas veces alegría y felicidad no son otra cosa que satisfacciones momentáneas como la que puede tener un perrito que salta y mueve la cola cuando ve llegar a su dueño.

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