01 agosto 2009

SUSCEPTIBILIDAD

Los errores, tanto los que nos son propios, como los que vemos en los demás, y nos hacen sufrir, son como los amigos molestos, pero que nos ayudan y nos invitan a la reflexión.

Hay veces que el nivel de ofensa no esta en proporción a las palabras y expresiones del que las crea, no siempre una ofensa se mide por la violencia verbal, ni tampoco la única victima es el ofendido, Puede darse el caso que el ofendido, use inconscientemente la ofensa como recurso para convertirla en ventaja especulativa, para que el ofensor pague sientiedose culpable. Cuando, en realidad, objetivamente pudo no haber dicho otra cosa que la verdad. Aunque algo de responsabilidad siempre se tiene, porque, aún lo mas objetivo, tiene siempre alguna carga de subjetividad.

Es posible que haya cometido el error de revelar una verdad que debía permanecer oculta, "de nada sirve hacerle recordar a un manco que no es apto para realizar trabajos manuales". Muchas veces en nuestras conversaciones cotidianas, pasamos casi sin darnos cuenta la frontera de lo conveniente. Si bien estamos obligados a no mentir y decir siempre la verdad no lo estamos para decir toda la verdad. Muchas veces lo mejor es callar, (defecto dominante en mí, espero alguna día dominarlo). Pero callar, tiene que reunir ciertas condiciones, para que no sea complicidad con el mal.

La primera, es no olvidar que al otro “le faltan las manos” . Este hipotético ejemplo es tan evidente que es difícil olvidar, pero hay limitaciones y padecimientos, -incluso mucho mas profundos- que por estar ocultos en nuestro inconsciente son mucho mas difíciles de detectar.
El segundo es tener en cuenta que el otro puede sufrir de susceptibilidad, por esos mismos padecimientos. Como también tener en cuenta nuestras propias susceptibilidades, padecimientos y limitaciones.
La tercera, no guardar rencorosamente lo que no se dice, porque entonces no habrá sido la prudencia y el amor la causa del silencio, sino el de no pasar egoístamente un mal rato, y ademas será la causa acumulada de la próxima ofensa.

Cuando esto no se cumple, el mayor problema es que no se sale fácil de una situación de ” ofensa-ofendido”, del cual, para romper el muro de hielo se necesita del esfuerzo a veces “heroico” del pedido de perdón del ofensor al ofendido, cosa mas difícil aún cuando la ofensa esta mas asentada en la susceptibilidad que en la objetividad.
De todas maneras, lo mejor en estos casos, es no darle a las palabras la importancia que la pasión del momento no indica, (después se la daremos, cuando hagamos el ejercicio privado a las objeciones). Pero en el momento, ninguna importancia.
La clave es déjalo pasar y dejar que nos metan con facilidad el gol. De esta manera, estaremos felices cada ves que hemos evitando una discusión innecesaria, sintiendo haber ganado el partido, aún perdiendo uno a cero.

La susceptibilidad es un complejo común, que vemos a diario, pero detectarlo en uno mismo no es tan fácil. Todos tenemos una piel muy fina cuando percibimos las objeciones y reproches que nos hacen. Y muy gruesa, -quizás demasiado gruesa-para detectar el dolor que provocamos con los nuestros.

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