09 junio 2009

POSESION

Mucha veces nos hemos preguntado: ¿que le pasa al hombre, que parece que cuando se acerca a las esferas del poder se corrompe?
Podemos encontrar la respuesta, quizás en la relación que hay entre poder y amor.

Las miserias y bajezas humanas se identifican con la mezquindad, con el deseo egoísta de posesión, de dominación.
Mientras que la grandeza, se identifica con el heroísmo, con el deseo de entrega, de don de si dirigido al bien amado.
Entre uno y otro ideal de vida, los simples mortales nos mantenemos jugando en la realidad de los charcos y el piso embarrado.
Cuando el amor a si mismo domina todo deseo, ese amor deformado tiende a apoderarse casi desesperadamente de lo deseado, y a tener dominio sobre lo poseído.
Pero siempre se produce el doble juego del amor: poseedor-poseído. El amor tiende a la unión del "amor con el ser amado" y en la identificación plena del amado, al amor de su vida.

Pero como es un amor degenerado cree que domina al amado, y en realidad es dominado por el, se cree libre, y en realidad es su esclavo.

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