02 julio 2010

EXCESOS

La naturaleza de las cosas exige ser entendidas correctamente: saber que es, como es y para que existe. Porque no sabríamos como tratarla y la utilizaríamos de cualquier manera... y para cualquier cosas, dañando así su naturaleza y afectando al resto, por la maravillosa y misteriosa unidad de todas las cosas. Ya del vamos “desconocer” implica desvalorización y descuido.

Todos sabemos que significa cuidar la salud, especialmente en estos tiempos en que agudizó la conciencia de la calidad de vida. Aunque entendida casi en su dimensión física, conocemos la importancia de vivir en forma. Y que si no ponemos control de lo que comemos y bebemos, tanto en calidad como en cantidad, nuestra naturaleza tarde o temprano nos pasará la factura.

Ahora bien, es para mí un absurdo, uno de los tantos absurdos de nuestra cultura contemporánea, que sea bien vista la auto represión en éste sentido y considerada un mal el autocontrol en aquellas cosas que miramos, escuchamos o leemos, cosas que ingerimos casi sin pensar, que, como comida chatarra nos dañan mucho más. Mucho más importante, hace a nuestra esencia. Y creerse evolucionados o modernos por estar abiertos a mirarlo todo, a escucharlo todo.

Hay un detalle para mí importante, si bien el hombre determina sus actos y acciones, es su naturaleza la que le brinda las pautas mínimas, la línea que no ha de cruzar, y eso no es falta de libertad, es sensatez.
La naturaleza está sobre el hombre, él no es su dueño, tan solo su administrador.
Administrador de una vida que recibió y que ha de honrar. Quien no quiere -porque no quiere o porque cree que no puede- y opta por hacer lo que se le da la gana creyendo que eso es libertad se equivoca rotundamente, dañando indefectiblemente su esencia y es así como sufre todos los trastornos. Nos basta mirar el mundo.

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