20 marzo 2010

RELACIONES

No solo el hombre se perfecciona o entorpece con las relaciones, también las palabras.
Quien en la vida no entra en relación con los demás de alguna manera siempre se empobrece, porque el hombre es un ser esencialmente social además de individual, por esto no hay nada más negativo que el voluntario aislamiento,(aunque algunos temperamentos autosuficientes lo nieguen).
Aunque estemos rodados de gente, está demostrado empíricamente que es perjudicial estar ausente, para nosotros y para la sociedad.

No es poco frecuente darle a las palabras connotaciones incorrectas, esencialmente las usamos en el “sentido” que se usa, sin advertir si esa interpretación es correcta. Nos manejamos casi con síntesis conceptuales, con ideas generales, del ambiente. Muchos adeptos al relativismo intelectual, ético o moral, no dan crédito “un verdadero” sentido de las palabras porque sostienen que la libertad de interpretación es absoluta de cada individuo, sin embargo, éste argumento se cae cuando las meditamos con sinceridad.

Partir de una palabra para meditar sobre ella es seguir su recorrido para encontrar (no para inventar) su sentido, la reflección nos lleva inevitablemente a relacionarla con otras, como si recorriéramos el hilo de una tela de araña. Contemplando los puntos de unión y desencuentro vamos enriqueciendo nuestra visión. Pero hay que tener cuidado, porque al igual que con las personas, hay relaciones que nunca se dan, y si se dan es porque se las fuerza. En estos casos siempre con su buena cuota de falsedad.

A modo de ejemplo, en el uso común y corriente: Tolerancia se entiende como lo contrario de exigencia. Pero es lo contrario de rigidez.
Por eso exigencia se confunde con rigidez o intolerancia. Al confundir exigencia con rigidez se cae en la permisividad creyendo que es tolerancia. Por eso permisividad se confunde con tolerancia.

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