29 marzo 2010

PREMISAS

Escribir es algo tan delicado como leer. Tanto en el que escribe, como en el que lee, se pone en juego al hacerlo su responsabilidad hacia los demás, su responsabilidad social.
Para el que escribe, se pone en juego también en lo personal la calidad de su saber, muestra cuanto sabe y cuanto ignora, y cuanto no sabe que ignora, sus confusiones o falsas seguridades, claro que para detectarlos, se nenecita de un lector conocedor de la verdad. Para la gran masa pasará seguramente inadvertido. El peor dilema por resolver sería la de dejar claro, en todos, que la discutida “verdad” a favor de la duda, es una mentira. Una mentira que convierte la duda en una verdad casi indiscutida.
Para el que lee también es delicado, puesto que, si no sabe la verdad o cree en la premisa que todo entra en el terreno de la duda, puede tragarse todos los argumentos que le parecen veraces -porque aunque se niegue el valor de la “verdad” siempre nos manejamos en función de ella- basando su saber quizás en simples especulaciones sofísticas. Y en cuanto a su responsabilidad social también es grande, puesto que, aunque puede no formar parte de los que escriben, forma si, parte de los que opinan, de la gran masa que propaga premisas erróneas por saberes insustanciales.

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