14 enero 2010

DISTORSION

En el mundo del revés los hijos tienen más fuerza que sus padres.

Los hijos tienen más fuerza que sus padres para imponer su voluntad.
Los hijos tienen razón y los padres dicen boludeces.
Los hijos gritan cuando algo no les gusta y los padres deben callarse.
Los hijos corrigen a los padres y los padres tienen miedo de contradecirlos.
Los hijos se acuestan a la hora que deciden, los padres deben irse a dormir.
Los hijos no piden permiso, anuncian sus decisiones. Los padres tiene que dar explicaciones de todo.
Los hijos cuestionan a los padres, los padres deben aceptar a los hijos como son.
Los hijos deciden el orden de la casa, (dejar cada cosa en el lugar que quieren) los padres respetar su orden.
Los hijos se escandalizan de la forma de pensar de sus padres, los padres deben adaptar su vida a ellos.
Los hijos deciden que ver en televisión, los padres amoldarse, es decir quedarse en el molde.
Los hijos deciden el lugar de vacaciones, los padres acoplarse o quedarse sin vacaciones.
Los hijos son la autoridad, los padres unos autoritarios.
Los hijos son autosuficientes, los padres insuficientes.
Los hijos tienen derecho a vivir, los padres a un buen geriátrico.

¿Donde esta la clave para entender, jovenes y viejos, el mundo del revés?

En que se haya instalado en esa sociedad el convencimiento que la autoridad solo viene del que tiene más razón, sin admitir que hay una razón para todos, sino mucha para uno. De esta manera, sin verdad alguna se traslada el eje central de la verdad a la razón individual y subjetiva: solo mí razón vale y no vale lo que no le veo razón. Pero, por más que se desee lo contrario, tiene razón el que verdaderamente la tiene, no el que cree tenerla o pueda imponerla. La imposición depende de la fuerza, no de la razón.

Antiguamente la autoridad hacia abuso de su fuerza, ahora también los “no autorizados” se erigen en autoridad desautorizando la legitima autoridad.
Pero el mayor problema, hasta insalvable, es que, demostrar quien tiene razón conlleva unas condiciones que no se cuentan en el momento de las decisiones prácticas, como el conocimiento cierto, la experiencia de vida, sabiduría para explicar, sabiduría para entender, humildad para reconocer, y sobre todo paciencia para esperar que el “convencido” caiga de la palmera.
La autoridad, debe ser del que se la gane, antes y después de erigirse en autoridad, no del que la ejerce por violencia o capricho. Pero mucho menos aún del que la ha usurpado.
La autoridad, que viene por orden natural (que muy mal se entiende esto) le corresponde a los padres, no a los hijos.
Ante el hecho práctico y la disyuntiva de cual seria un camino correcto que no derivara en autoritarismo ni anarquía (autoritarismo de los no autorizados) seria la de respetar primeramente la autoridad legítimamente constituida, respetar significa en el terreno practico “obedecer”. Recién en el marco de la obediencia respetuosa, tienen los hijos derecho de apelación, porque la obediencia no debe ser ciega,

Los hijos tienen derecho a apelar, derecho a réplica, derecho a ser escuchados y respetados en sus derechos, sus sentimientos, sus aspiraciones, su libertad, pero a condición que sus derechos se los ganen haciendo los deberes que les corresponden, todos! no solo los que les vienen en ganas. Con decisión y actitud respetuosa y honrosa para sus padres.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En este mundo..........

En este mundo..........?

Es necesario en principio me parece, dejar establecido para ir al fondo de la cuestion en si misma que la "domesticacion" es imposible (SI, es posible realizar un daño permanente por parte de quien trata de someter y somete (PODER)).
Si quien supone ser autoridad, impone contradicciones enmascaradas en normas y reglas para la convivencia, necesariamente termina mal. Como es lo que sucede y sucedera.
Por que alguien que viene de "afuera" (un niño) no tarda mucho en darse cuenta que bajo estas supuestas reglas establecidas de "normalidad", algo o varias cosas no funcionan bien.

Creo, que habria que replantearse hacia donde vamos y que queremos o pretendemos, sin mezclar que pretenden estos "insubordinados".