18 julio 2009

COMUNICARNOS

Dialogar sin discutir, creo que es una de las virtudes mas notorias de la verdadera sabiduría. Así como la falta de dialogo por miedo a discutir, me parece la mas notoria cobardía del mediocre.
Es evidente que el dialogo nos pone a prueba, es uno de los termómetros de nuestra calidad humana. Cuando levantamos un muro casi impenetrable en el terreno del dialogo, con el cartel imaginario de “campo minado” en las “zonas” que no nos animamos a pisar, estamos mostrando no solo pobreza intelectual y espiritual sino también la confusión de confundir las “bombas ocultas” -descalificativos personales- con nuestra poca capacidad de sortearlas inteligentemente.

“La discusión apasionada, violenta, es un fuego que no alumbra la casa ni da calor, simplemente la llena de humo” decía San Bernardo. Agregaría a esto que no es mayor mal la discusión acalorada, que la falta de confrontación de ideas por miedo a caer en ella. Sabiendo distinguir entre golear la inteligencia, o pegar los afectos o las personas.

El dialogo, el debate familiar, entre amigos o compañeros de vida, nos ayuda a ejercitar muchas virtudes, ¿será que nos hemos convertido en personas de pocas? Porque mantener diálogos amigables, sin autocensúranos, mucho menos censurando al otro, sobre temas controvertidos (cuando el termómetro puede empezar a marcar de 37 para arriba) exige en general, esfuerzo. Y en particular, paciencia, sensatez, conocimiento y por sobre todo humildad intelectual. Y es una tarea que lleva muchos años, toda la vida.
Al confrontar, uno se siente -tarde o temprano- obligado a saber, si no nos domina la necedad. Y saber, obliga a estudiar, a observar, a aprender. Pero si nadie confronta, nuestras amables conversaciones solo se mantienen en el terreno de lo superficial, y así como son nuestras conversaciones son nuestros pensamientos, porque lo que no se habla se olvida y por ende se le resta importancia y se deja de pensar.

Pero la mayor lección en el ejercicio del dialogo sin censuras, esta el aprender a escuchar, solo en éste caso se aplica el viejo dicho:
“El hombre tarda dos años en aprender a hablar, y sesenta para aprender a callar”.

Doy fe de esto ya que aun no he aprendido la lección, (me faltan tres años). Y aunque me aconsejaron mas de una vez, no hablar tanto, que ganaré mas, yo insisto en aprender a dialogar, también confrontando.

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