20 septiembre 2012

CAMBIAR EL MUNDO

Para que nazca una flor se necesita cuidar el entorno.

¿Como puede nacer un artista si no descubre su potencial, si nadie le ha echado agua a su tierra, ni la a trabajado. Si nadie le ha dado luz, ni la ha protege del frío, si nadie la ha dado calor, ni le ha acercado otras flores para que comparta su existencia?

La naturaleza es una sabia y buena maestra. No es como esas maestras “buenazas”, que buscan quedar bien, que endulzan los corazones, que dice lo que gusta escuchar, sin carácter, pero creen tenerlo porque son autoritarias.
La naturaleza en cambio es sabia de verdad, y buena, porque tiene códigos que ennoblecen a quien los sabe tomar, códigos que no impone. Es sabia y buena, paciente hasta el extremo, quizás porque es madre, pero, porque ama nuestra esencia, no la violenta. Porque somos la razón de su vida.

¡Cuanto destrozamos la vida que tenemos al faltarle el respeto! Cuanto la ignoramos!

Amar la esencia para mi, es lo contrario de amar las superficialidades. Es amar a las cosas y las personas no por lo que “me” representan, sino por lo que “representan”.
Amar la esencia es amar sin preguntarme porque. Va mucho más allá que la demostración de “sentimientos”, de ser “cariñosos” ¡cuantos fallutos son perfectos cariñosos!, tampoco significa amar fríamente.
Amar la esencia va mucho más allá, más allá de evitar que alguien se sienta mal cuando hace las cosas mal, esto seria sensiblería, sentimentalismo, y del más barato. Amar la esencia, es decir lo que hay que decir, y hacer lo que hay que hacer, aún a riesgo de ser mal interpretados, “prejuiciosamente interpretados”. Amar la esencia es amar el verdadero bien del otro, sacar de el mejor que tiene y enseñare a que destruya lo peor de si mismo, (no destruírselo nosotros). Dar aquello que dignifica.

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