No se entienden bien las cosas cuando se ven aisladamente, o sea, fuera de contexto y circunstancias, desconociendo las causas que le dieron origen y desconociendo a quienes las difunden.
En pocas palabras: no se entienden las cosas cuando se ven superficialmente.
Para entender bien las cosas hay que “rumiarlas”. La superficialidad va también de la mano del tiempo insuficiente en la consideración de los asuntos de la vida. Aunque, lo más grave de todo lo encontramos en la pereza que nos da ponernos a pensar y la falta de interés por las cuestiones que no son de bolsillo y bienestar.
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