15 octubre 2010

DESAMPARADOS

CAPITULO 1

Una historia que no es cuento

Hoy te quiero contar una pequeña historia que no quiero que me quede en el olvido. A raíz de esta historia quiero contraer una deuda y no se si me da el cuero para pagarla.

Ayer, como de costumbre, me dirigí al bar de costumbre, a hacer mí actividad de costumbre, tomar un cortado, leer un libro, escribir alguna ocurrencia, meditar un rato, dibujar, etc.. (también voy al baño a veces, y leo lo que se puede del diario, cuando puedo, el del bar).

Era muy temprano ayer (exactamente las 6 de la mañana con cuarenta minutos trascurridos) cuando me dirigía al bar. No hacia frió, pero estaba fresco como para estar abrigado con una camisa y campera de medio tiempo como los que yo vestía. Estoy a punto de abrir la puerta del bar cuando alguien se me anticipa del otro lado, era una persona que aparentaba cincuenta pero podría perfectamente tener treinta y cinco, estaba destruido... y casi desnudo, solo lo cubría un pantalón por debajo de la cintura, solo cubiertas las piernas parcialmente, estaba hecho jirones, con zonas debajo de las rodillas cortadas verticalmente y otras por arriba con algunos agujeros de tamaños considerables. A tono con su vestimenta, el color de su piel ennegrecida por la roña y con una barba y pelo abundante en sintonía. Llevaba en la mano una botella chica de cerveza.

La distancia de la puerta a la mesa era más corta que la distancia entre éste personaje y el lugar que eligió para sentase, motivo por el cual pude observar el momento en el que, frente a la vidriera del negocio de enfrente, se iba deslizando como quien se deja caer hasta por fin encontrar el suelo. La otra cara de la realidad fue observar a unos cuantos mendigos del alma sentados de éste lado gastándole alguna broma, entre risotadas idiotas, al dueño del lugar comentando sobre su cliente VIP.

No pude esa mañana pensar ni mirar otra cosa. Comencé pensando en ese desamparado. Comencé así, como lo describo: “ese” desamparado, como alguien que nada tiene que ver conmigo, un pobre hombre que vaya a saber porque llegó a ese estado calamitoso (siempre hay un porque, conozco personalmente otros casos y hay de los más variados, desde un ex cirujano prestigioso que se derrumbó después que su querida mujer murió en el quirófano cunado el la estaba operando a alguien que todavía no llegó pero que puede llegar por sus actitud ante la vida.
Como te decía, comencé con un “ese” y terminé con un “éste”, me pregunté: ¿porque no considerar “este” en lugar de “ese” y porque no considerar “éste hermano mío” en lugar de “ese desamparado”?

Con éste cambio de óptica ya no me era ajeno, lo sentía como parte de mi, o yo parte de él. Era ya mí hermano. Quise olvidar la idea excusándome: pero si lo veo como hermano, los tengo que ver como hermanos a todos, y nada cambia, no se que somos todos hermanos? así me han ensañado! Pero Guillermo! insistía mi consciencia: no seas romántico, que fácil es amar así, sin tamizarlo por la prueba del dolor, del sacrificio, amar a todos sin hacer nada por nadie... Lo que tenés enfrente (lo seguía observando de lejos con el pico de la botella en sus labios) lo que tenés en frente es lo único real para vos en éste momento, y si es tu hermano algo tenés que hacer.... ( recordé a un santo, un santo real, de carne y hueso, un caballero de otro siglo, que yendo montado en su caballo se cruzó con un hermano como éste que tengo enfrente y el caballero andante, mucho más que caballero, se sacó su capa y se la dio a aquel desamparado (cuanta la historia o la leyenda que se le presentó Jesucristo, me parece que en un sueño, y llevaba puesta la capa del mendigo).

Y me increpó la molesta voz : ¿serias capaz de darle tu campera? (casi escupo el café que saboreaba)... -que? pero...es mí única campera de medio tiempo! me excusé... y está fresquito!! pero vino a mí el reclamo con más fuerza:
-¿está fresquito? ¿Que sos un niño que hablas en diminutivo? ¡Ese señor que tenés enfrente está desnudo! y es además TU hermano, hermano de tu misma Madre y de tu mismo Padre, o te has contagiado de escepticismo? ¿Crees que estarán orgullosos de vos? viendo a su hijo de mejores condiciones que se aferra mezquinamente a lo que recibió casi de arriba...por un pedazo de tela... porque esta fresquito.... o porque tengas que comprarte otra. Que miseria!
- Bueeeno, creo que exageras, le dije. Como te gusta las extravagancias!! Darle mi campera! que ocurrencia.

Te confieso que tomé el libro para distraerme en otros temas pero no pude, y comenzaron los justificaciones, pero ¿que van a pensar los muchachos del bar viéndome cruzar, sacándome la campera y dándosela al pobre desgraciado? se burlaran de mí, como se burlaron del mendigo. Pero de vuelta la consciencia: ¿que muchachos? ¿ahora son “muchachos”? ¿No los calificabas como mendigos del alma?. Si no te da el cuero para actos heroicos, (subjetivamente heroicos, porque dependen más de tu debilidad que de las circunstancias) por lo menos hace lo que está a tu alcance, al alcance de tu pequeñez. Podrías cruzarte y preguntarle como se llama (preguntarle si necesita algo seria como burlarte). Seguramente, éste hermano tuyo, que no tiene absolutamente nada, apreciará como no aparecías vos, ese detalle como un tesoro y se sentirá feliz por lo menos un segundo de que alguien le miró y le sonrió con cariño.

Bueno, te cuento como terminó el cuento. Salí del bar cuando ya no estaba y seguí mí camino con mí mediocridad y campera a cuestas.

Para reparar y crecer me gustaría armar una sociedad, se podría llamar
Sociedad Protectora de Desamparados Irrecuperables
Un trabajo totalmente inútil, pero humano


CAPITULO 2

Un cuento que podría ser una historia

Decidido a fundar una asociación para cobijar a los desamparados comencé a poner mans a la obra....

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