24 septiembre 2010

ENVIDIAS

La envidia es cosa tan común y corriente que apenas nos damos cuenta que la estamos viviendo. Como esto, hay infinidad de cosa que apenas percibimos y sin embargo están.
Esa es la diferencia que hace que algunos pasemos como exagerados para otros.
Decía que es cosa muy común... común y atroz, por corrosiva.  Es un sentimiento destructor de amistades y fraternidades, ataca las cosas más nobles del ser como la virtud, el talento, incluso la bondad del ser envidiado,  todo por molestarnos que el “otro” se destaque más que nosotros en algo o está en una posición que nos gustaría estar.
Aún en la amistad, sin mediar intereses materiales, enrarece el clima de la relación.

Si en el mundo no existiera el dinero, los intereses económicos, aún la envidia seguiría haciendo su trabajo.  La envidia ha destruido y destruye las mejores amistades y las buenas familias.  Hace que miremos mal e interpretemos peor los dichos y hechos ajenos.
La envidia nos lleva a mostraros indiferentes ante los logros ajenos ignorándolo y si no tenemos mas remedio que decir algo, nos insita a buscar de ente lo positivo del logro aquello que puede tener de negativo o defectuoso para exaltarlo, sobredimensionarlo.
La envidia no es gratis, paga su costo, ya que, si de ella salen humillaciones, recibe también comúnmente humillaciones o algo mucho peor al soplar la mecha que lleva al odio encarnizado.

La envidia es una inquilina codiciosa y vanidosa que, enamorada de la casa del propietario, busca destruir todo el vecindario para quedarse con todo y ser la única digna de admiración.

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