10 septiembre 2010

BIEN BIENESTAR

Los hombre y mujeres de éste mundo, no se si habrá otros mundos, tenemos una particularidad común, somos seducidos por dos fuerzas antagónicas, las del bien y las del mal.
Es notorio que esta seducción, tanto de una u otra fuerza, ejercen distintos grados de atracción y respuesta en unos y en otros. Es obvio que las fuerzas del mal se mueven bajo signos muy claros: codicia, soberbia, vanidad, envidia, avaricia etc. y todo sus consecuencias sociales: mentiras, discordias, adulaciones, desconfianzas, divisiones, rupturas etc. Y las fuerzas de bien: fe, paz, caridad, esperanza, sencillez, veracidad, sinceridad, alegría, generosidad, heroísmo, etc. y su consecuencias también sociales: confianza, unión, contención, compromiso, amistad, lealtad, compañerismo...etc.

Es evidente que hay personas que seducidas por las fuerzas del mal sucumben con más facilidad que otras, y algunas que por un trasfondo insano, quizás inconsciente y heredado, buscan el mal con ansias de bien. Mejor dicho, buscan el bienestar sin importar el mal que para eso necesitan hacer. Y hay otras que les seduce el bien de tal manera que prefieren pasarla mal antes que cometerlo. Aunque nadie éste por afuera de la generalidad de la ley natural de la condición humana.

Un ejemplo “ideal” o “modelo” creo que bastaría para mostrar una y otra conducta ante el mal.

El que es afecto al bien, cuando es criticado se hace mejor, porque se cuestiona a si mismo para mejorar. Aunque esto no le quita el derecho de defenderse de una agresión.

El que lo es al mal, sin embargo, cando es criticado, se hace peor, porque no se cuestiona a si mismo, se justifica y cuestiona al otro, No le interesa mejorar ni mejorar al otro, sino destruirlo, derribarlo. Y así, aunque no se lo proponga se hace cada vez peor y empeora la sociedad.

El ser humano es “humano” cuando sin poder evitar la presencia del mal busca hacer el bien, no cuando cree hacerse bien buscando exclusivamente el propio bienestar.

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