24 febrero 2010

IDENTIDAD

Cuando un artista realiza un retrato crea una imagen material. No siempre consigue que la imagen creada se parezca al retratado, mucho menos que sea igual. La imagen, por muy fiel a la realidad que sea, nunca será la realidad misma, siempre será una aproximación.
Cuando se defiende la idea de que existe una verdad absoluta se hace referencia a la existencia de una realidad, una realidad absoluta. Si vemos bien, toda realidades es absoluta, o no seria realidad. No se puede existir a medias.

La dificultad en todo caso, esta en la dificultad o imposibilidad de retratarla materialmente, puesto que para esto se necesita que la realidad
sea material. Nadie puede negar la existencia de infinidad de realidades que no entran en la limitada materialidad visual. Los ojos y su función de ver la realidad material es una parte minima, extremadamente minima como para basar una filosofía de vida.
Creer solo en lo que pueden perciben los ojos es una absoluta limitación, porque no aprecia la infinita realidad que lo supera.

Si hiciera un retrato no material del hombre de hoy (obviamente habando en términos generales, mayoritarios) diría que es un ser que deambula por la vida con una herida muy profunda en su consciencia, una angustia existencial impórtate que solo puede mitigar apenas con la evasión. Es un hombre con un gran vacío interior que aflora cada vez que deja de estar entretenido con algo, llamase trabajo, diversión,
estudio profesional, etc. Un hombre que busca casi con desesperación no enterarse de nada. Cosa imposible con tanto bombardeo informativo. Un ser que no sabe a que debe su existencia, ni siente haber nacido para algo. O “por” algo, o “para” alguien. Que puede no saber incluso, si su existencia se debe a un accidente o si fue querido, deseado y esperado, o simplemente nació por un encuentro fortuito, tan solo un producto del azar.

Un hombre que se ve a si mismo sumergido en una realidad llamada mundo, que lo percibe como demasiado grande donde el, en comparación no es nada, no existe. Alguien de quien el mundo puede prescindir totalmente. Un mundo tan complejo que, aunque haga lo que haga, no lo tiene en cuenta, y desea con todas sus ganas -aunque sea con un segundo de fama- sentirse alguien. Y si mira más allá de éste mundo, ya se pierde totalmente contemplando de lejos a ese minúsculo planeta llamado tierra en un rinconcito de una perdida galaxia entre miles y miles.

Un hombre que a olvidado, por una cultura manipuladora llena de fundamentos insustanciales y ocultamientos, -como si lo ocultado dejara de existir- los más altos ideales humanos, precisamente aquellos que lo distinguen del simple animal.  Una cultura materialista y atea que con una vehemencia y desprecio cuasi diabólico han llevado a la humanidad al desprecio de su origen divino.  Que,  a fuerza de fomentar prejuicios ha perdido el gusto por las cosas del espíritu, de saborear su relación filial con su Creador.  Que a dejado de ver a Dios. Y a Dios como Padre. A dejado de gustar de su intimidad. Un hombre que niega esta idea brillante, esta idea original que lo enaltece hasta el infinito. Que lo haría sentirse enormemente feliz de trabajar en su obra maravillosa, (de Dios) y enamorado de su trabajo, aunque solo sea barriendo el escenario.

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