17 septiembre 2009

MOTOR

Según entiendo y observo:

Si hay alguien que menos entiende de motores, creo que esa persona soy yo. Pero se me ocurrió que puedo aprovechar lo poco que se, para dar origen al tema de éste post.
Todos sabemos, que un motor es generador de movimiento, para que éste se ponga en funcionamiento, necesita de una mano ejecutora que, por su acción active el sistema por medio de una llave.
De esa acción inicial, surge una reacción, una “chispa” por así decirlo, y a partir de ese instante, el motor empieza a funcionar por si mismo.
No se si habrá otras formas, ya que mí conocimiento de motores es limitadísimo, pero creo que vale el ejemplo.


La humanidad, vista en su conjunto como un gran motor en movimiento, no escapa a esta ley.
Podemos discutir toda la vida (de la humanidad) sobre la mano que acciona la llave, pero enemistarnos tan largo tiempo por éste detalle tan fundamental y trascendente, por no considerar la relación -esencial- que hay entre la naturaleza de la "chispa" y la del "ejecutor", o también la de la "chispa" con los efectos que produce en las relaciones humanas, me parece sencillamente un despropósito, que nos mantiene por lo menos en un callejón sin salida, o un camino que no nos lleva a ningún parte y que nos introduce en una especie de locura colectiva, afanándonos por cosas que no sirven.

La historia de la humanidad nos muestra con bastante claridad tres formas, que los hombres en su conjunto, intuyeron como “chispa” para “encender” el motor del mundo. El Miedo, el Amor y el Odio.
Nuestros antepasados mas antiguos tuvieron al miedo, como protagonista y generador de progreso, gracias a él, buscaron la protección de la cueva y la invocación a los dioses de la naturaleza. Adjudicándole a esos dioses la categoría de activadores, para cada manifestación natural. O confundiéndolos incluso, con la misma naturaleza.
Nuestros antepasados menos antiguos, creyeron encontrar, no en la naturaleza, sino en “el goce del amor” esa llave o chispa divina, pero por miedo a que los hombres individualmente lo interpretaran mal, y los lleve a cometer excesos, usaron demasiado del recurso del miedo para encausarlos en el camino del bien, algo así como quien resuelve ser bueno porque no se anima a ser malo. Y se insistió demasiado en el castigo, terrenal y eterno.

Pero la humanidad, como si se tratara de un juego de pelotas, donde siempre que se puede se pide la revancha, puso en la ciencia la razón de la chispa divina, pero no quiso dejar de lado lo que durante tanto tiempo había dado tan buenos resultados prácticos (en términos de progreso) y usaron el recurso del miedo mas enfáticamente, de forma mas radical, fomentando el terror.

Como toda acción generó su reacción, y la humanidad no quiso desperdiciar el hermoso tema del “gozo del amor” que habían escuchado, y pusieron el acento casi exclusivamente en la primera parte de la frase olvidándose casi de la segunda. Y metiéndose de lleno a vivir los instintos naturales.
Y así, el gozo por el gozo mismo y el fomento del odio como generador de terror, la cultura de la humanidad entró en su etapa mas oscura.

Estoy convencido que ésta es la hora del cambió, o de la ceguera total. Ya no hay tiempo para mediocridades.
Es obvio que apuesto por el cambio, aunque me considero mucho mas cerca del mediocre que del héroe. Por eso, apuesto por el amor. Porque aún siendo lo que puedo ser y no soy mas de lo que puedo, no olvido lo esencial: que el amor es mucho mas que gozo, y que parte del amor es la negación del mismo gozo cuando las circunstancias lo requieren, aprendiendo a olvidarse de si mismo para encontrar y ayudar “al otro” y que parte del gozo de amar, es renunciar al gozo de odiar.

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