Dice un viejo dicho, que el hombre tarda dos años en aprender a hablar y
sesenta en aprender a callar. Le agregaría otro elemento, tarda toda la
vida en aprender a pensar.
En un momento me pareció
interesante empezar a escribir sobre mis propios pensamientos; hoy,
después de unos cuantos años de experiencia, te puedo decir que l...o
considero indispensable, y lo fomento.
Escribir nos obliga a pensar. Sin escribir nuestra mente se dispersa con enorme facilidad.
Todos sabemos que obligarnos a algo siempre cuesta, pero, así como no
hay cosecha sin siembra, tampoco hay felicidad de cosecha cuando no se
ha sembrado. Tampoco es que sea tan costoso siempre, el habito suaviza
todo.
Cuando comenzamos a escribir sobre lo que pensamos,
empezamos a conocer nuestro propio paisaje interior. Nuestras lagunas y
desiertos, las tierras fértiles y las no tan fértiles y las tierras
resecas, esas que quizás nunca nos atrevimos a regar. Vamos encontrando
grandes desniveles en el terreno, no solo entre llanuras y montañas que
son una maravilla, sino entre pozos y montículos, que por alguna causa
no los nivelamos. Descubrimos con sorpresa que aquellos habitantes a los
que calificábamos de siniestros y oscuros no lo eran tanto, porque
descubrimos que los envolvía los espesos bosques de nuestros prejuicios y
aquellos otros que parecían brillar con luz propia, solo lo eran por el
talento de los ilusionistas.
Cuando nos exploramos, nosotros
mismos nos vamos convirtiendo en una aventura fascinante, que ya no
podemos dejar, y empezamos a ser felices con lo que antes nos molestaba,
ser objetados. Porque las consideramos una de las maneras más
efectivas que nos ayudan a crecer. Y así, a partir del conocimiento de
nuestra propia geografía, nos sentimos felices de conocer y comprender
mejor a los demás.
EL CAMINO DEL DIALOGO II
Nuestros pensamientos son el mayor capital que tenemos. En el cerebro se encuentra nuestro generador esencial.
Todos sabemos que cuando un corazón comienza a trabajar en forma
insuficiente requiere de tratamiento y debe ser tratado con urgencia,
con más urgencia según el nivel de insuficiencia cardíaca que esté
padeciendo. En casos sumamente delicados, la internación e...n terapia intensiva es inevitable.
Me resulta asombroso que no lo tengamos tan claro en lo concerniente al
cerebro, pareciera que nadie sufre de insuficiencia cerebral, quizás
porque no se lo llama así y no es de la misma naturaleza.
Entre el
corazón y el cerebro hay diferencias notables, pero lo más notable y me
parece poco observado - quizás porque no es asunto médico- que la
insuficiencia cardíaca es producido por un corazón que ha trabajado más
de lo debido y la insuficiencia cerebral todo lo contrario, cuando no se
lo hace trabajar.
No es ningún trabajo para el cerebro
pensar casi exclusivamente en las cosas cotidianas: en las noticias de
todos los días, en lo que dijo tal o cual personaje, en criticar a unos o
defender a otros, en generar pensamientos sin elaboración propia, sin
otro interés que decir más o menos lo que otros dicen. No es darle
trabajo al cerebro pensar casi exclusivamente en lo que tenemos que
hacer, en como o cuando hacerlas, pensar por ejemplo, que tenemos que
pedir turno al médico o al dentista, o pensar cuando voy a ir a la
peluquería, o que hice ayer o que voy a hacer mañana; o sea, en un
sentido descansado, casi placentero. Solo usando el cerebro en estos
términos, entramos en un camino que puede ser sin retorno, porque cada
vez se hace más difícil volver, cada vez nuestro cerebro se hace más
perezoso y se acomoda más a lo que busca, y se conforma con la comodidad
que le brinda el placer de lo buscado. Visto a futuro es alarmante,
produce una gran insuficiencia cerebral, aunque el que lo padece no
suele darse cuenta, ni tampoco mucho el entorno.
Hay muchos
intelectuales y profesionales que creen – es probable que se molesten si
me están leyendo- que no sufren de insuficiencia porque son asiduos
lectores y mantienen la cabeza ocupada en el saber, en analizar para
resolver problemas, de trabajo, o de café, pero no llegan a comprender
que la insuficiencia va por otro lado, el cerebro parece ser más
complejo que el corazón.
Conocer las causas primeras, que es
esencial en la vida, es ser dueños del patrimonio de la humanidad. Nadie
se hace solo. A veces podemos creer que sabremos mucho cuando en
realidad sabemos poco, esencialmente porque construimos nuestros
pensamientos partiendo de supuestos humanos, de personas falibles que
nos precedieron, dándole a sus interpretaciones carácter de fundamental,
cuando también partieron de supuestos humanos falibles, porque lo dijo
antes tal o cual iluminado.
Nuestro cerebro es nuestro generador, si
a él lo descuidamos, estamos bajando nuestro propio nivel potencial,
por lo tanto, necesitaremos recurrir a fuentes de luz artificial para
compensar la falta de fuerza propia. Y es inútil pensar que podemos
llegar a algo como sociedad si individualmente no funcionamos como
deberíamos.
El ejercicio de escribir sobre nuestros propios
pensamientos no hay que dejarlo reducido a lo que en un principio es: un
monólogo; donde nosotros lo hacemos, nosotros lo compramos e incluso
nos enamoramos.
Lo importante, es ponerlo a disposición de la
criíta, propia en primer lugar y ajena después. Cosa necesaria para
estimular a nuestro generador para que funcione al nivel requerido.
No basta escribir y punto. Lo importante es volver sobre lo escrito
para reconsiderarlo, y ajustar, tachar y enmendar. Todas las veces que
sea necesario. Cuando estemos conformes con nuestro pensamiento,
guardarlo. Pero seguir observando... investigando. Seguramente con el
tiempo al volver sobre él, encontraremos nuevos horizontes para seguir
mejorando. Y si no volvemos sobre él, seguramente lo estaremos
desarrollando indirectamente.
Todo lo grande empieza siendo
pequeño, de un paso por vez y lentamente, sin pretender dar el paso más
largo del largo de nuestras piernas, pero tampoco quedarnos sentados
¿esperando que?
Esto no acaba aquí, recién comienza.
Guillermo Pena